“Desconectarse del mundo para reconectar con una misma”: esa frase, aunque suene simple, esconde una verdad poderosa. En plena era de pantallas, estrés crónico y notificaciones sin tregua, hablar de deseo sexual o libido se convierte en un acto de resistencia.
Porque sí, el placer también es autocuidado. Y recuperar nuestra libido —a solas o acompañadas— no es solo una cuestión de sexo, sino de salud. Como si fuera un termómetro invisible, el deseo revela cómo estamos por dentro: qué tanto nos cuidamos, cómo nos sentimos y cuánto espacio dejamos al goce en nuestras vidas. Pero antes de reactivarla, hay que entenderla.
¿Qué es exactamente la libido?
Más allá de las definiciones clínicas, la libido es ese pulso interno que nos conecta con el deseo. No tiene forma única, ni ritmo constante. Es una expresión íntima de nuestro apetito sexual que fluctúa según nuestros ciclos hormonales, nuestra mente y el contexto que habitamos.
Lejos de ser algo puramente físico, es una experiencia biopsicosocial: intervienen las hormonas, sí, pero también las emociones, las relaciones, el estrés y hasta la calidad del sueño.
¿Cómo sé si tengo la libido alta o baja?
No existe un nivel normal universal. Para algunas personas, una vez a la semana es suficiente; para otras, el deseo aparece a diario. Lo importante es observar cómo te sientes tú. Si el apetito sexual desaparece por completo o empieza a generar angustia, quizá haya algo más que mirar. Tener la libido alta no es mejor que tenerla baja, lo esencial es identificar si está alineada con tu bienestar.
¿Por qué puede desaparecer el deseo sexual?
Spoiler: no es solo falta de ganas. La libido no se va porque sí, y casi siempre hay una raíz detrás. Estas son algunas de las causas más frecuentes:
- Estrés: Cuando la cabeza no para, el cuerpo se desconecta del placer. Las vacaciones no solo recargan energía, también devuelven el deseo.
- Falta de sueño: Dormir bien no solo mejora el humor, también regula las hormonas sexuales.
- Problemas de pareja: Las tensiones emocionales influyen más de lo que imaginamos. La conexión mental y afectiva es clave para despertar el cuerpo.
- Medicamentos: Algunos tratamientos como antidepresivos, ansiolíticos o fármacos para la tensión arterial pueden reducir el deseo.
- Desajustes hormonales: Las principales hormonas sexuales —estrógeno, progesterona, testosterona— necesitan estar en equilibrio para mantener vivo el apetito sexual.
- Salud mental y dolor físico: La ansiedad, la depresión y molestias durante el sexo también pueden silenciar la libido.
Además, el deseo evoluciona con nosotras. Puede subir en los 20, estabilizarse en los 30 y bajar en los 40 o 50. No es una sentencia, es una invitación a escucharnos con más atención.
¿Cómo puedo reconectar con mi deseo?
El primer paso es dejar de juzgarte. La libido no se reactiva con fuerza de voluntad, sino con curiosidad, ternura y tiempo. Estas son algunas estrategias que pueden ayudarte a reconectar:
- Dale un espacio en tu agenda: El sexo (en pareja o contigo misma) también se merece un momento propio. No siempre nace del impulso, a veces necesita preparación.
- Haz ejercicio: No solo libera endorfinas, también mejora la circulación y el flujo sanguíneo en las zonas erógenas.
- Duerme mejor: La calidad del sueño regula tanto las hormonas del estrés como las sexuales.
- Cambia el enfoque: No todas sentimos un deseo espontáneo. Algunas necesitamos estímulo previo, caricias, juegos, erotismo lento. Reconocerlo cambia el guion.
- Incorpora novedades: Desde juguetes eróticos hasta fantasías, la novedad puede reactivar la chispa.
- Reduce el estrés: Meditar, respirar, moverse, apagar el teléfono. Lo que te funcione para calmar la mente, también ayuda al deseo.
- Explora afrodisíacos naturales: Ostras, chocolate, maca… pueden ser aliados suaves pero efectivos.
¿Y si aún así no siento deseo?
Si el deseo no aparece o empieza a generar malestar, no lo ignores. Puede ser una señal de que algo no está en equilibrio. Acudir a una o un profesional no es exagerado, es autocuidado. Ellas pueden ayudarte a identificar causas profundas —físicas, hormonales, emocionales— y crear un plan para recuperar el deseo sin presión, sin culpa y con mucha más conexión.
Hablar de libido es hablar de cómo habitamos el placer, de cómo nos relacionamos con nosotras mismas. No es una carrera, ni una obligación. Es una brújula. A veces se apaga, otras veces arde. Pero siempre está ahí, esperando que la miremos sin juicio y le demos un espacio para volver a brillar.