Hasta el tuétano: la belleza y nuestra obsesión con los huesos marcados.
Si algo define a esta generación, este episodio en los patrones y la búsqueda de la belleza: son los huesos.
No hay mayor obsesión actualmente que la de tener pómulos fulminantes, una nariz armónica, cachetes succionados y mandíbulas perfectamente delineadas.
Ya desde tiempos ancestrales se sabía del refrán “La belleza es huesos”. Como quiera vérsele, la frase podría acuñarse como exaltación de la delgadez, pero el concepto que engloba no puede ser más distal de los desórdenes alimenticios.
Los huesos definen las proporciones humanas, la escala y los juegos de simetría u opuestos que propenden por la perfección natural; están sujetos a la razón áurea, matemática, o proporción divina: presente en un nautilo, el desarrollo de las flores, y por supuesto el desarrollo del cráneo humano.
No es fortuito que cada década los patrones de belleza van adaptándose, cada generación ha dado atención a distintas partes del cuerpo, de una ola de rinoplastia, a la mamoplastia pasando por las liposucciones, los aumentos de glúteo y todos los procesos estéticos y cuidados para la piel que tienen cabida entre una y otra, hay que agradecer y dar crédito han sido posibilitados por el avance en las tecnologías y la habilidad médica.
Con dichos patrones también se ha ampliado la diversidad que concibe lo bello: cuerpos, rostros y rasgos. Hoy tienen cabida poli formas y tamaños que se inclinan para variadas corrientes de corte tanto natural como artificial. Todos los procedimientos y prácticas existen para que quienes los requieran o demanden puedan llegar a sentirse bien o mejor consigo mismos, quizás el elemento clave de todo esto es que lo relevante es ese componente personal con el que cada individuo logra sentirse bello: a gusto en su propia piel y su propio cuerpo.
No con eso, estamos en una era que profundiza en los huesos, en la salud y la belleza facial como nunca antes el mundo haya visto jamás. Una era que expone exactamente por qué todo el mundo tiene el poder de tener un rostro más hermoso, remodelando su estructura craneofacial y reentrenando y tonificando sus músculos faciales para que trabajen a su favor, con técnicas manuales, quirúrgicas, con máquinas o hasta con piedras Gua Sha.
Una técnica profundamente estudiada es el “Mewing” (solo basta con hacer una búsqueda online) como perspectiva evolutiva sobre la belleza y por qué todos merecemos tenerla, establece la conexión entre un rostro bien desarrollado y una salud fisiológica, cognitiva y emocional óptima.
Y como testamento científico sobre la belleza y el poder que tenemos para controlarla con estas prácticas que buscan reformas desde los huesos; fuertemente consignadas en las redes sociales a través del posicionamiento de la lengua y masajes faciales o tutoriales de “Countoring” y maquillaje, son estas prácticas no intervensivas la máxima rebelión contra una industria global de cirugía plástica fuera de control.
Ya sea a por medio de las cirugías faciales y las inyecciones cosméticas que bien se reafirma son intentos subóptimos de belleza, o aunque hemos descubierto que nuevos aparatos orales no invasivos que afectan las mandíbulas humanas son el factor clave para estimular el crecimiento de los huesos y alcanzar su potencial genético, todo esto solo indica que el secreto de la belleza como ya se promulgaba, mucho tiempo atrás, siempre se ha acunado en el desarrollo de la estructura ósea: que la belleza está en los huesos.
Escrito por: @leoruizcastell