El eco de las voces de miles de mujeres alrededor del mundo resuena con más fuerza, claridad y determinación que nunca. Poseemos múltiples capas: somos reflexión, celebración y acción. Marzo no se queda atrás: ocupa el centro de las conversaciones y nos invita a recordar las victorias que conquistamos diariamente, desde los espacios más íntimos hasta los escenarios más públicos. Como mujeres, somos dueñas de una poderosa fuerza transformadora, y nuestra capacidad de liderar y empoderar a otras es reflejo de ello.
Ser mujer hoy no es solo cuestión de identidad, sino un acto de resistencia y de reinvención constante. En un mundo que nos invita a adaptarnos para encajar en estándares externos, la verdadera victoria radica en encontrar nuestra propia definición. En mi caso, estar a la moda forma parte de mi performatividad como mujer, porque la moda no es únicamente seguir tendencias, sino entender que es una forma de mostrar al mundo nuestro lado más auténtico, de abrazar nuestra
esencia personal y transmitir a los demás nuestra definición singular de lo que es ser mujer.
Es la oportunidad perfecta para tomar el control de nuestra imagen, cuerpo e historia, sin miedo al juicio ni a las expectativas ajenas. Ser y estar a la moda es una expresión de libertad. Solemos asociar estas ideas con lo superficial, con lo efímero; sin embargo, su poder es más profundo. Es un reflejo de la identidad, un acto consciente de mostrar cómo cada una quiere ser vista. Estar a la moda se convierte en un movimiento de autodefinición, un permiso para abrazar nuestra singularidad.
Se trata de reconocernos, de entender que el éxito no se mide por logros visibles, sino por la capacidad de ser libres y crear vidas plenas mientras tendemos la mano a otras. En mi familia, tengo el privilegio de contar con mujeres que ejemplifican
lo que para mí significa liderar: ser exitosas y poderosas sin perder autenticidad.
Cada una ha demostrado que el verdadero liderazgo no está en imponer, sino en inspirar. La magia está en su firmeza y resiliencia, pero sobre todo en cómo han extendido sus manos para elevar a otras mujeres, impulsando un círculo virtuoso de apoyo y sororidad. Este espíritu de sororidad resulta esencial en la era contemporánea. Los resultados se multiplican… Lejos de ser un concepto abstracto, es una herramienta que nos ha permitido maximizar nuestros logros y enfrentar
los desafíos con mayor fortaleza.
La verdadera magia ocurre cuando una mujer tiende la mano a otra, cuando comparte conocimiento, ánimo y apoyo sin reservas. Somos más fuertes cuando nos reconocemos como aliadas en la construcción de un mundo más justo y libre. Ser y estar a la moda en la actualidad constituye un acto de autodefinición, pero también un acto de comunidad. Al igual que las mujeres que me rodean, que se convierten en referentes para otras, cada una tiene el poder de ubicarse donde desea estar y redefinir sus propios conceptos.
Desde la libertad, entendemos que no solo se trata de logros individuales, sino también de con quienes compartimos nuestras victorias. Celebrémonos. Celebremos esa poderosa fuerza que emerge cuando nos unimos con una visión transformadora. En este camino, la moda es solo una faceta que se entrelaza con otros elementos para construir nuestras vidas. Ser mujer, en su más profunda expresión, es un acto de poder, y el verdadero poder radica en la conexión, en la unión y en levantarnos juntas.
Con amor, Helena.
