Laura Osma, protagonista de Pimpinero: sangre y gasolina, llega a nuestras páginas a reafirmar su compromiso como actriz colombiana: romper estereotipos y contar historias auténticas mientras continúa encontrando las respuestas a sus propias disyuntivas existenciales.
En una época en la que los contextos de los personajes femeninos fuertes y poderosos que vemos en la pantalla continúan proyectándose bajo la percepción de un hombre, Laura Osma se mantiene firme en sus convicciones: retratar la fuerza de las mujeres desde lo que son, sin necesidad de masculinizarlas ni enmascarar su vulnerabilidad.
Lausa Osma tenía apenas 17 años cuando incursionó profesionalmente en la industria y, desde entonces, su hoja de vida ha quedado marcada por entrañables proyectos locales, como Mentiras Perfectas y Fugitivos, y algunos otros de alcance internacional: Sin senos no hay paraíso, Historia de un crimen: Colmenares y El Chapo, por nombrar algunos. Ha sido un camino largo, por supuesto. De altas y bajas, como una montaña rusa, pero al final del día tiene sobre sus manos una exitosa carrera de la cual se puede sentir orgullosa: ‘Afortunadamente, la televisión, el teatro y el cine siempre me han recibido con la puerta muy abierta, con puerta de oro. He tenido la posibilidad de escoger los proyectos que quiero, entonces me siento muy bendecida de la evolución, sobre todo actoral’.



Ser una actriz colombiana es una responsabilidad enorme y pocos lo saben. De entrada, por la seriedad y el compromiso que conlleva retratar realidades complejas que se viven, no solo en nuestro país, sino también en Latinoamérica: ‘Creo que ahora estamos explorando un cine que habla mucho más de nuestras historias personales. Colombia es un territorio hermoso y tiene una historia muy triste a nivel país. Ahora estamos tratando de encontrar nuestro propio lenguaje, uno que ya no se basa en todos los estereotipos de antes, para contar historias que son maravillosas, pero también muy dolorosas’.
A esos se suma el reto que ella misma se ha adjudicado desde un principio: ‘Darle vida a lo que somos nosotras, luchar por romper estereotipos —desde el cuerpo hasta la cara que puedo tener— pero, sobre todo, buscar la manera de no sexualizarme’. Y es que, en su opinión, es muy fácil caer en lo último porque la mujer es cista todo el tiempo desde puntos de vista masculinos. Para su fortuna, en Pimpinero: sangre y gasolina, su más reciente proyecto, todo fue diferente. No solo porque ama el cine, el arte y la persona que es Andi Baiz, sino por el sumo cuidado que tuvo como director al contar la historia de una heroína sin la necesidad de masculinizarla: ‘Hubo muchas veces en las que me decía: no sé, quiero entenderla —la perspectiva femenina— y para mí eso fue un regalo. Yo le di mi corazón a Andrés’.


¿Qué aprendió de Diana, su personaje? ‘Que una mujer puede ser igual de valiente e igual de poderosa sin dejar de ser vulnerable y frágil’. Ese precisamente es el mensaje que busca rescatar en cada proyecto que emprende: que no tiene que buscar el empoderamiento desde un punto de vista masculino. Las mujeres son fuertes tal y como son: ‘No necesito pararme como un hombre para ser poderosa. Nosotras somos supremamente guerreras desde otros lados, pero a eso lo llaman debilidad, sentimentalismo y fragilidad, y creo que, aun siéndolo, somos igual de fuertes. Ese es mi gran conflicto y es lo que siempre trato de romper, porque finalmente yo no quiero ser un hombre. Soy una mujer’.
El cine colombiano está dando pasos agigantados, afortunadamente, pero aún faltan muchas historias por contar: ‘Apenas estamos empezando. Ojalá tuviéramos más oportunidades para hacer cine. Hay que encontrar más directoras mujeres que tengan la visión de contar historias desde su punto de vista’.

Y es que, analizándolo desde una perspectiva mucho más profunda, sea lo que sea que veamos en la pantalla, termina siendo un reflejo de nuestros tiempos, de o que somos como sociedad, y el cine y la televisión pueden actuar como una voz de cambio: ‘Esa es una gran pregunta que me hago todos los días. Muchas veces me pregunto: ¿será que lo que yo estoy haciendo vale? Es un gran conflicto que a veces tengo, pero en esos momentos, en los que no sé por qué hago lo que hago, siempre hay alguien recordándome que lo que hice les llegó al alma, y eso creo que es realmente lo que estamos buscando como actores: que alguien se vea reflejado en lo que uno hace’.
Encuentra la entrevista y editorial con Laura Osma en el impreso de noviembre.

Créditos:
- Fotografía: Rubott
- Realización: Sergio Valenzuela
- MUAH: Nicolás Díaz Malaver
- Asistente de fotografía: Boriz Nieto
- Asistente de MUAH: Roxana Jaramillo Caicedo
- Asistente de moda: María Gnecco de Greiff y Lucia Zea
- Texto: Luis Tellez