Con emoción, innumerables señales del universo y la certeza de que cada etapa la prepara para volar más alto, Ela Taubert llega a nuestras páginas con las alas extendidas. El estreno de su álbum debut Preguntas a las 11:11 y el arranque de su nueva gira mundial nos regalan un pedacito extra de esa vulnerabilidad y fortaleza que la caracteriza.
Con el Grammy Latino a Mejor Nuevo Artista descansando sobre su estante, su primer álbum recién salido del horno y su segunda gira internacional cocinándose, Ela Taubert se presta para agraciar esta edición de Marie Claire Colombia en medio de la vorágine de su boom artístico. Arrancamos la conversación haciéndonos el mismo cuestionamiento que la lanzó al estrellato… ¿Cómo pasó? «¡A veces me pregunto lo mismo! Esto ha sido una locura. ¡Me siento demasiado feliz! Ha sido un camino muy hermoso. Siento que todo se ha dado gracias a Dios, de su mano y de un equipo precioso. Le debo eso a mi mamá, que me permitió siempre soñar en grande y no ponerme límites».
Talento siempre ha habido, así como ganas y una buena dosis de fe. Solo era cuestión de dar el siguiente paso para que la hipnotizante voz y las empáticas letras de Ela Taubert sonaran en los oídos de todo el mundo. Con suficiente miedo y un marcado pánico escénico, se aventuró a compartir sus primeras canciones en una plataforma donde no necesariamente es fácil de navegar: las redes sociales.
«No mostraba mi rostro. Compartía mi arte pero sin enseñarme y [los fans] fueron tan increíbles y especiales en permitirme ser, amándome como era y motivándome a mostrarme, a escribir y compartir quién era. Me han abierto las puertas para seguir compartiendo lo que soy y me han enseñado que eso está bien. Al final, siento que lo que más le importa a la gente es la honestidad», afirma la intérprete colombiana.
Al escuchar Preguntas a las 11:11, encontramos precisamente eso: su versión más honesta y vulnerable, en canciones que nacen de interrogantes sin rastro de sus respuestas: «Cuando empezamos a pensar en hacer un álbum, todo lo que me salía eran preguntas. La gente cree que era algo a propósito, pero realmente era porque no me salía nada más. Han sido dos años de mucho trabajo donde me he permitido explorar momentos que me dolieron, pero que me hicieron crecer y que quiero inmortalizar. […] Haciendo este álbum me di cuenta de que la gran mayoría de estas preguntas no tienen respuesta y esa ha sido la lección más linda. Muchas veces uno intenta buscar respuestas, tener control de todo y la vida no se trata de eso. Uno se puede cuestionar cosas, pero no siempre va a encontrar respuesta, y está bien».
El reloj marca las 11:11. Coincidentemente, la hora espejo que titula su recién estrenado proyecto musical debut interrumpe nuestra conversación: «¡Hay que pedir un deseo!», sugiere entusiasmada. Como muchos jóvenes de su generación, Taubert está conectada con el universo y sus señales: «Aunque creo que Dios
ya tiene escrita la vida de uno, siempre he sentido que manifestar es muy importante. Toda mi vida se ha tratado de la fe […], uno tiene que creer en eso y estar seguro de que va a pasar, como sea. Si uno es positivo, podemos llamar las cosas».
Entre manifestaciones y desbordante agradecimiento, curiosamente, esta artista
de elevada vibración ha encontrado en las mariposas la más confiable de las guías:
«Fui a un mariposario en Colombia y me enamoré de ellas. A medida que fui creciendo, empecé a encontrarlas en distintos lugares: en el primer estudio de grabación al que fui encontré una mariposa en la pared; luego conocí a alguien que tenía una mariposa tatuada… Empecé a sentir que si veía una mariposa era una señal de Dios de que era el camino correcto. Indagué en su significado, en que los cambios son importantes, y se volvió como una compañera. Para mí, la mariposa refleja mi país, de donde vengo, los cambios importantes, así como el mensaje que quiero enviar a quienes me escuchan».
Identificándose con el mismo proceso de metamorfosis —del huevo a la oruga, luego de crisálida hasta convertirse en adulto— y con plena confianza, afirma que sus propias alas ya se han extendido: «Yo creo que ya salió, ya está volando. Es curioso porque antes del álbum, hace tres años, estaba en el huevito explorando, entendiendo qué hacer. Hace dos años, cuando lo empecé, estaba en modo oruguita y ahora que salió el álbum, ya extendí las alas».
Además de mariposas, Colombia se ha convertido en una implacable incubadora de superestrellas, especialmente en el ámbito musical. Afortunadamente, hoy Ela puede avanzar sobre un camino fértil que fue trazado por compatriotas igual de soñadores que ella.
«Para mí, el ejemplo habla mucho más que las palabras, y ver artistas colombianos tan grandes es muy inspirador. Si ellos pueden, uno también, ¿no? Es muy especial porque te permite soñar, como Juanes o Morat. Sé que si un día necesito un consejo ellos van a estar ahí, al igual que Karol, a quien amo con todo mi corazón. Es el claro ejemplo de lo berraca que es una colombiana. De verdad que me ha inspirado un montón a seguir mis sueños y representar a mi país en distintos lugares del mundo».
