Hay noches en que el silencio pesa más que el cansancio. El cuerpo se acomoda, la mente intenta desconectarse… pero las piernas no cooperan. Se agitan, palpitan, exigen moverse como si aún tuvieran cuentas pendientes con el día. Lo que para muchos parece una simple molestia, para otros se convierte en un ciclo constante de insomnio, incomodidad y frustración.
Estamos hablando del síndrome de piernas inquietas (SPI), una condición subestimada pero profundamente disruptiva, que afecta el descanso y la calidad de vida. Y aunque no siempre se le pone nombre, reconocerlo es esencial para encontrar alivio y, finalmente, dormir en paz.
¿Qué es el síndrome de piernas inquietas?
El síndrome de piernas inquietas (SPI), también conocido como enfermedad de Willis-Ekbom, es un trastorno neurológico sensorial que se manifiesta con una necesidad incontrolable de mover las piernas. Esta urgencia suele aparecer en momentos de reposo —al estar sentado o acostado—, y suele empeorar por la noche, interfiriendo con el sueño y el bienestar general.

¿Cuáles son los síntomas del síndrome de piernas inquietas?
Imagina estar en la cama, las luces apagadas, el día terminado… pero tus piernas deciden seguir despiertas. Sensaciones incómodas como cosquilleo, ardor, picazón, tirones o incluso una especie de electricidad interna obligan a moverlas para encontrar alivio. Esta sensación, más que dolorosa, es desesperante. Los síntomas tienden a aliviarse con el movimiento, aunque sea temporalmente.
En muchos casos, estas molestias también se presentan en los brazos y pueden acompañarse de movimientos involuntarios mientras se duerme —lo que se conoce como movimientos periódicos de las extremidades—. Más que una simple molestia física, este síndrome afecta la calidad de vida, alterando los ciclos del sueño y el equilibrio emocional.
¿Qué causa el síndrome de piernas inquietas?
Aunque su origen exacto no siempre está claro, el SPI puede tener raíces genéticas y, en muchos casos, se presenta en más de un miembro de la misma familia. También se asocia con desequilibrios en la dopamina, una sustancia química del cerebro que regula el movimiento.
Otros factores que pueden desencadenarlo o empeorarlo incluyen:
- Embarazo, especialmente en el tercer trimestre.
- Deficiencia de hierro.
- Enfermedades crónicas como insuficiencia renal o neuropatías periféricas.
- Consumo de ciertos medicamentos (antidepresivos, antipsicóticos, antihistamínicos).
- Consumo de cafeína, alcohol o tabaco.
¿Cómo se diagnostica el síndrome de piernas inquietas?
El diagnóstico del SPI es clínico, lo que significa que se basa en los síntomas que el paciente describe. No existe una prueba específica, pero un profesional de la salud puede realizar una evaluación detallada considerando:
- La descripción de las sensaciones.
- El momento en que ocurren.
- La necesidad imperiosa de mover las piernas.
- El alivio temporal tras el movimiento.

¿Hay tratamiento para las piernas inquietas?
Sí, aunque el tratamiento puede variar según la intensidad del síndrome. Las opciones incluyen:
- Cambios en el estilo de vida, como reducir el consumo de cafeína, mantener rutinas de sueño regulares y hacer ejercicio moderado.
- Terapias farmacológicas, como medicamentos dopaminérgicos, anticonvulsivos o sedantes, siempre bajo supervisión médica.
- Suplementos de hierro, si se detecta deficiencia.
Además, técnicas como masajes, baños calientes, compresas frías o calientes y ejercicios de estiramiento pueden brindar alivio.
¿Se puede prevenir el síndrome de piernas inquietas?
No siempre se puede prevenir, especialmente si hay un componente genético. Sin embargo, sí se pueden minimizar los síntomas adoptando hábitos saludables y evitando los factores que los desencadenan. Dormir bien, mantenerse activo, evitar el alcohol y el tabaco, y monitorear los niveles de hierro pueden marcar una gran diferencia.