Wes Anderson no solo dirige películas; diseña mundos. Colores pastel, simetrías perfectas, personajes con estilismos memorables… El cineasta ha logrado que su estética sea tan reconocible como su narrativa. Ahora, esa visión se materializa (y se comercializa) en una colaboración exclusiva con Oliver Peoples: solo diez pares de gafas de sol hechos a mano.
¿Qué hace tan especial esta colaboración?
Se trata de una edición extremadamente limitada: solo diez pares estarán disponibles a partir del 6 de junio, coincidiendo con el estreno de la cinta. Cada montura fue diseñada con el mismo nivel de detalle que Anderson aplica a su dirección artística: el modelo se inspira en el personaje de Benicio del Toro, un magnate elegante, enigmático, como sacado de una película europea de los años 60. Según comentó el director, se imaginaba al actor como un personaje de Antonioni. Las gafas, entonces, debían estar a la altura.
Montura caoba oscuro, un grabado personalizado con los nombres Anderson / Del Toro en las patillas, el logo del film y un estuche que parece parte del atrezo vintage del rodaje: este no es un simple accesorio, sino una pieza de colección.
¿Dónde y cómo se pueden conseguir?
Solo estarán disponibles en las cinco boutiques de Oliver Peoples en Nueva York. Para quienes vivan fuera, la marca abre la posibilidad de contactar directamente para adquirirlas bajo pedido. ¿El precio? Se mantiene en reserva, aunque se adelanta que está en línea con sus colecciones más exclusivas: ediciones con materiales preciosos, acabados artesanales y cantidades mínimas. No es una compra impulsiva, es una adquisición meditada. Una declaración estética para verdaderos entusiastas del cine y el diseño.
¿Por qué Anderson eligió Oliver Peoples?
La afinidad entre ambas partes no es coincidencia. Oliver Peoples tiene una larga historia de apariciones en el cine, pero esta vez el vínculo fue más allá del vestuario. “Wes tenía una visión muy clara del personaje”, comenta Rocco Basilico, presidente de la marca. La colaboración no fue un simple préstamo de producto, sino una construcción conjunta de identidad visual. Como si las gafas fueran una extensión del personaje. O incluso, un símbolo narrativo dentro del guión.

¿Es moda o es cine?
Es ambos. Pero sobre todo, es una declaración de cómo la moda puede funcionar como lenguaje cinematográfico. Anderson ya lo ha demostrado antes: dirigió un cortometraje para Prada y diseñó una pluma para Montblanc. Ahora, convierte un accesorio en ícono. Al vender solo 10 unidades, el gesto se vuelve aún más significativo. No se trata de volumen, sino de valor simbólico. Es una pieza que solo unos pocos tendrán, pero muchos reconocerán.
¿Una nueva era de coleccionismo cinematográfico?
Tal vez. Al igual que sucede con los vinilos, los fotolibros o los posters vintage, esta colaboración entre moda y cine apunta al culto por los objetos con historia. Gafas que no solo completan un look, sino que cuentan una historia. En este caso, la de un magnate ficticio que podría haber vivido en una película de otra época. Y también, la de un director que sigue reinventando cómo se ve, se vive y se consume el cine.