Foodcore: cómo la comida se convirtió en el nuevo objeto de deseo (y de lujo)

Foodcore: la tendencia que convierte la comida en lujo y moda

Bienvenida al mundo del foodcore, donde la comida dejó de ser solo alimento para convertirse en el accesorio más codiciado de la temporada. Porque si antes las famosas posaban con cafés carísimos en mano, ahora exhiben tomates heirloom como si fueran joyas.

Y si la mantequilla artesanal puede desfilar en una pasarela, ¿por qué no llevar un vestido estampado de fresas? En esta era donde la cesta de la compra es más cara que nunca, la moda decidió hacerle un guiño al hambre —y, claro, hacerlo con mucho estilo. Porque, al final del día, ¿quién dijo que no podemos comernos el lujo con los ojos antes que con la boca?

¿Qué es el foodcore y por qué todas las marcas quieren implementarlo?

Del limón estampado al bolso con forma de tomate de Loewe, el foodcore es una tendencia estética que transforma alimentos cotidianos en objetos de culto. Nació (como casi todo últimamente) en Instagram y TikTok, pero fue el vestido de fresa de Lirika Matoshi el que en 2020 le dio la primera cucharada viral. Desde entonces, cerezas, croissants, helados y hasta ostras se han colado en el armario.

En plena época de la sobreestimulación visual, el alimento tiene un poder único: apela a todos los sentidos. Y las marcas lo saben. ¿Resultado? Una narrativa visual deliciosa, irónica y nostálgica. El tomate ya no solo se come, se lleva. Y la mantequilla —sí, la mantequilla— es el nuevo oro amarillo.

¿Por qué la comida es ahora un símbolo de estatus?

No es casualidad que en las fotos de street style veamos a influencers luciendo vasos de matcha como si fueran clutchs de edición limitada. Consumir ciertos alimentos —heirloom tomatoes, mantequilla fermentada, chocolate bean-to-bar o café de especialidad— se ha vuelto una forma silenciosa (pero muy fotografiada) de decir: puedo permitírmelo.

En medio de una crisis inflacionaria donde el precio de lo básico se ha disparado, la comida se transforma en una declaración de estilo, poder adquisitivo y estilo de vida. Comprar fruta orgánica en un mercado de autor o almorzar en un café de Dior es, más que una necesidad, un statement.

¿Qué papel juega la moda en el foodcore?

Las pasarelas han dejado claro que la moda ya no tiene límites comestibles. Loewe convirtió un tomate en bolso. Jacquemus ha jugado con mantequilla, bananas y croissants. Saint Laurent lanzó una campaña titulada An Ordinary Day donde la comida comparte protagonismo con tacones y diamantes.

Pero no se trata solo de humor o ironía visual: es también una reflexión sobre el lujo contemporáneo. ¿Puede un bolso de sardinas ser una crítica a la inflación? ¿Puede una pasarela que simula un mercado hablar de desigualdad? Sí. Y lo está haciendo.

¿Por qué tantas firmas de lujo están abriendo restaurantes?

Comer es el nuevo comprar. Prada, Gucci, Dior, Ralph Lauren o Miu Miu ya no solo venden ropa: sirven cafés, platos sofisticados y experiencias inmersivas. ¿El objetivo? Crear comunidad, fidelizar y reforzar la identidad de marca a través de lo sensorial.

La comida como extensión del branding es una jugada maestra. No se trata solo de decorar un local bonito, sino de entrar en la vida del consumidor a través del sabor, el olor y la experiencia. Y si además se convierte en un spot perfecto para subir stories, mejor aún.

¿Qué tiene que ver el foodcore con la belleza y el maquillaje?

¿Te suena el glazed donut skin? ¿Y el maquillaje latte, strawberry girl o cherry cola lips? Todas estas tendencias beauty llevan nombre de alimentos, no por casualidad. Lo comestible tiene connotaciones sensuales, deseables y emocionalmente apetecibles. Decir que tu piel parece una dona glaseada vende más que decir que está hidratada.

Incluso Pantone ha declarado color del año 2025 el Mocha Mousse. Lo dulce, lo bebible, lo untuoso… todo lo que nos hace salivar, también está diseñando nuestra manera de maquillarnos y vestirnos.

¿Es esta tendencia una provocación o una crítica social?

Un poco de ambas. El post-lujo —esa corriente que valora lo auténtico por sobre lo ostentoso— encuentra en la comida un símbolo perfecto. Mostrar un bolso con forma de sardina o desfilar con tomates en lugar de flores es un modo de decir: en un mundo desigual, lo cotidiano es valioso.

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Al mismo tiempo, hay una provocación sutil en elevar lo esencial al estatus de lujo. Cuando una barra de pan cuesta más que antes y la mantequilla se considera gourmet, usar estos elementos como íconos de moda puede ser visto como una sátira elegante… o como un reflejo directo del sistema.

¿Cómo se traduce esta estética en el día a día?

Desde pendientes con forma de croissant hasta vestidos estampados con cerezas o quesos, el foodcore ha invadido tanto las marcas de lujo como las independientes que ves en tus anuncios de Instagram. La clave para no caer en el disfraz: equilibrio.

¿Un bolso en forma de tomate? Llévalo con prendas neutras. ¿Un anillo de cereza? Mejor con un total look blanco. El foodcore no se trata de vestirse como un picnic, sino de saborear lo cotidiano con elegancia.

¿Qué rol tiene el cobranding gastronómico en esta tendencia?

El marketing olfativo y gustativo está más presente que nunca. Firmas de moda y lujo se alían con marcas de comida, bebida o restauración para crear experiencias que trascienden la compra. No se trata solo de vender productos, sino de construir atmósferas sensoriales: helados firmados por diseñadores, perfumes que huelen a postres, menús de temporada creados por chefs en tiendas de moda.

La comida abre la puerta a nuevas formas de conexión emocional con el cliente. Y en la era de TikTok y la inmediatez, lo que se puede saborear, oler o fotografiar tiene doble valor.

¿La comida como lujo es una contradicción?

Tal vez. O tal vez sea el nuevo lenguaje del lujo contemporáneo: uno que mezcla ironía, placer y conciencia social. Porque hoy, más que nunca, lo que comemos dice tanto de nosotros como lo que vestimos.

Y aunque no podamos pagar una casa, podemos saborear un tomate heirloom, llevarlo estampado en una blusa… o convertirlo en bolso. Porque si hay algo que el foodcore nos ha enseñado, es que el lujo ya no está (solo) en lo inaccesible. Está en lo que nos hace sentir, mirar y desear. Y si viene con un poco de queso, mejor.


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