Los looks que se apreciaron en el Primavera Sound 2025 en Barcelona desdibujaron las fronteras entre lo sportif y lo festivo. El festival, que contó con cabezas de cartel como Charli XCX, Sabrina Carpenter y Chappell Roan prometía ser una pasarela viva de experimentación estética y libertad creativa. Sin embargo, a pesar de las expectativas, lo que se vio en el terreno fue una mayoría de looks seguros, repetidos y poco arriesgados. Hubo destellos, sí, algunas texanas atrevidas, sombreros gigantes que robaban miradas, y ciertas combinaciones sport-glam pero, en general, predominó la comodidad por encima del juego, y fue difícil encontrar verdaderos statement outfits que marcaran una diferencia clara.
La sensación general fue de déjà vu: faldas con volados ya vistas, vestidos y conjuntos blancos con broderie reciclando la estética boho de hace años, y muchas texanas combinadas casi calcadas de un feed de Pinterest. Hubo quienes apostaron por siluetas inesperadas, por el contraste entre brillo y nylon, y por capas que lograban narrar algo distinto.
¿Por qué triunfaron los sombreros y las botas cowboy?
Los sombreros de ala ancha no solo ofrecieron sombra frente al sol de junio, sino que sumaron dramatismo a una escena que, por momentos, pedía a gritos un accesorio protagonista. Las botas cowboy, protagonistas indiscutidas de esta temporada festivalera, trajeron ese aire entre rústico y glam que conectó con el imaginario pop de los headliners. En su mejor versión, se combinaron con vestidos vaporosos o faldas de vuelo, generando un diálogo entre lo campestre y lo urbano.
¿Qué técnicas de superposición dominaron el festival?
Aunque la superposición fue una constante, muchas combinaciones carecieron de intención o impacto visual. La mezcla de texturas, como tul sobre algodón, o satén bajo capas deportivas, funcionó cuando hubo contraste real, pero en la mayoría de los casos, se sintió como una tendencia usada por inercia más que por deseo. Incluso los looks que incluían broderie o capas largas se perdían entre repeticiones de siluetas poco estructuradas y colores neutros. En lugar de ofrecer volumen narrativo, muchas superposiciones terminaron sumando peso visual sin aportar estilo propio. Hubo excepciones: un par de asistentes apostaron por transparencias arriesgadas, capas con brillos o incluso combinaciones utilitarias con piezas recicladas. Pero fueron eso: excepciones.
¿Cómo se incorporó el broderie y los volados?
La textura suave del broderie apareció en looks que intentaban reconectar con una estética boho que ya ha vivido varias vidas festivaleras. Faldas con volados, blusas con encaje y vestidos blancos dominaron este lenguaje, aunque pocos lo llevaron a un lugar realmente nuevo. La repetición fue el problema: muchas piezas parecían sacadas del mismo catálogo, sin una intención disruptiva. La clave, cuando funcionó, estuvo en combinar estos materiales con otros de carácter opuesto, como vinilo, malla o denim teñido.
¿Qué paleta de colores predominó en los outfits?
El color fue uno de los aspectos más vibrantes de la edición, aunque también ahí se notó cierta falta de audacia. Hubo una explosión de rosas, verdes, lilas y amarillos que encajaban perfecto con la estética de artistas como Sabrina Carpenter o Chappell Roan, pero también abundaron los neutros, beige, negro y blanco. El total look monocromático fue una apuesta que se repitió y en general, los colores más llamativos aparecieron en accesorios o detalles secundarios, dejando a los outfits sin una narrativa clara.
¿Qué accesorios hicieron la diferencia?
- Sombreros tipo cowboy o de ala exagerada marcaron presencia con fuerza, sobre todo en los conciertos de tarde.
- Riñoneras metálicas, bandanas estampadas y gafas de sol noventeras fueron algunos de los pocos gestos que lograron captar la atención visual.
- El layering de collares, anillos XL y bolsos micro también ayudó a elevar algunos looks básicos, aunque sin llegar a ser disruptivos.
¿Cómo se reflejó la estética pop de las headliners?
El estilo de las artistas principales fue más fuerte en el escenario que en el público. Sabrina Carpenter, con su estética coquette llevada al extremo, inspiró algunos looks con corsés, satén y moños. Chappell Roan, en cambio, con su maximalismo queer-pop, motivó una ola rosa, maquillajes teatrales y outfits con guiños performáticos. Charli XCX apostó por un futurismo trash-glam que, aunque potente sobre el escenario, tuvo escasa resonancia en el público: pocas asistentes se animaron al cuero, los brillos oscuros o las siluetas cyberpunk. Troye Sivan, con su mezcla de sensualidad minimalista y códigos queer, también pareció marcar una dirección estética, pero no logró verse reflejado en los outfits del día. Incluso artistas como Pulp o Róisín Murphy, con sus propuestas más nostálgicas o performativas, generaron expectativa en términos de estilo, pero apenas fueron interpretadas por algunos looks aislados. En resumen, lo que se esperaba que se tradujera en una ola de creatividad festivalera entre los asistentes se diluyó: hubo pocos ecos reales de estas estéticas en el público, como si las influencias no terminaran de aterrizar del todo.
¿Qué mensajes transmitieron los looks?
Más que una declaración de estilo, la moda en Primavera Sound 2025 pareció responder a una fórmula cómoda. El mensaje fue ambiguo: entre quienes repitieron siluetas seguras y quienes intentaron marcar la diferencia sin mucha cohesión, el resultado fue una estética colectiva apagada. Aun así, quienes sí se animaron a experimentar ofrecieron una bocanada de aire fresco: desde mezclas de época hasta prendas recicladas, hubo instantes de moda viva, aunque escasos. Quizás es momento de preguntarnos si el look festivalero ha perdido su capacidad de riesgo… o si la próxima edición podrá volver a encender esa chispa.
