La Clave para Transformar lo Imposible: fe, disciplina y medicina
Daniela Álvarez nos comparte su impactante historia y cómo la fe, disciplina y medicina, en nuestro impreso de noviembre.
En la vida, hay momentos en que pareciera que las puertas se cierran y las palabras ‘no hay solución’ resuenan más de lo que quisiéramos. Así comenzó mi historia con el terrible diagnóstico de mi pie derecho, el único que me quedaba tras la amputación de mi pierna izquierda.
Mi pie había quedado sin movilidad, sin sensibilidad y totalmente paralizado tras la fuerte isquemia que dejó sin oxígeno mis piernas, dañando los nervios desde la rodilla hasta los dedos del pie derecho. Después de un par de meses de terapias eléctricas, manuales y físicas, mi médico fisiatra me comunicó que el daño era irrevocable y que la falta de respuesta del pie indicaba que ninguna terapia podría devolverme la movilidad y sensibilidad. Sin embargo, algo dentro de mí se resistía a aceptar ese destino. Entonces, encontré a la mejor fisioterapeuta de Bogotá, Benying Szetu, para que me hiciera terapias diarias en mi casa. ¡Un año después, mi pie empezó a tener vestigios de movimiento! Esto fue la respuesta que tanto necesitaba, pues esa sola evidencia me dio la certeza de que recuperaría el movimiento de mi pie.
La vida nos sorprende de forma positiva cuando tenemos esperanza y fe inquebrantable. Durante un viaje con mi pareja a Europa, en 2022, tuvimos un encuentro inesperado en medio de una loma alta y empinada. Un joven se acercó a ayudarnos, se trataba de Pablo Devesa, quien años atrás había sufrido un accidente de tránsito que lo había dejado en estado vegetal. Su padre, Jesús Devesa, médico endocrinólogo, decidido en encontrar una solución, creó lo que hoy se conoce como método Foltra, un tratamiento alternativo que ha sanado a más de 25 mil pacientes en todo el mundo.
Así descubrí el Centro Neurológico Foltra en Santiago de Compostela, un lugar donde la ciencia se une con tratamientos pioneros. En junio de ese mismo año, emprendí un viaje hacia la recuperación total de mi pie. Pasé tres meses intensivos en este lugar que se convirtió en mi segunda casa. Foltra no es solo un centro médico, es un ecosistema de esperanza, rodeado de especialistas que confían en la tecnología más avanzada y que buscan empoderar a los pacientes. Con fe, disciplina y el acompañamiento de estos grandes profesionales, mi proceso de sanación empezó a mostrar resultados más allá de lo que esperaba.
Hoy, ya no tengo la pierna atrofiada; he recuperado músculo y mis nervios funcionan correctamente. Después de cuatro años, ya no necesito usar mis órtesis, un aparato que llevaba dentro de mi zapato y subía hasta mi rodilla para levantar la punta de mi pie. Ahora puedo caminar libremente y levantar mi pie hasta un ángulo de 70 grados, cuando una persona normalmente logra llevarlo a 90 grados. ¡Aún me faltan 20 grados más, pero ya es poco!
Ha sido un proceso gratificante. Volver a usar mis zapatos sin limitaciones, hacerlo por mí misma, es un éxito gracias a la paciencia, perseverancia y fe que nunca perdimos —y hablo en plural porque ahí estaba mi familia, mi pareja, mi fisioterapeuta, así como Pablo y Jesús Devesa diciéndome: ¡lo vas a lograr! Mi tiempo en Compostela no fue solo un desafío físico, sino también una preparación emocional. Fue duro, pero nada fortalece mejor nuestro carácter y acrecienta nuestra fe que los desiertos y las pruebas de la vida. Al terminar mi tratamiento, recibí el mayor premio profesional de mi vida: ¡caminar en la gran pasarela de L’Oréal Paris! Además, Ottobock me regaló mi primera prótesis de tacón, un sueño hecho realidad, ya que con órtesis y el pie caído, caminar con tacón era un imposible. Todas estas experiencias me recordaron que cada paso, es una victoria, en todos los sentidos.
Mi historia es una invitación para todos aquellos que enfrentan obstáculos físicos o emocionales. Los diagnósticos pueden ser duros, pero cuando se combinan la fe en uno mismo, la disciplina diaria y el acompañamiento de expertos, lo que parecía imposible se transforma en una realidad llena de nuevas oportunidades. La ciencia avanza cada día y siempre hay manos dispuestas a ayudar. Hoy puedo afirmar que cada segundo invertido en mi sanación valió la pena.
Por Daniela Álvarez